Los ojos le brillaban con lágrimas de rabia. 
—No tienes derecho a decirme eso, (...). Tú no me conoces. 
—Dime que estoy equivocado y me iré. ¿Le quieres?
Nos miramos un largo rato en silencio.
—No lo sé —murmuró por fin—. No lo sé.
—Alguien dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre —dije. 

La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón

Y era cierto, no quería a aquel joven rebelde, y lo peor, no se quería a sí misma. Aquellas sinceras palabras retumbaron en el vacío de su cuerpo durante días, convirtiéndose el eco de su agonía en alimento de su frágil figura y el llanto de sus pensares en combustible de su mirada. Se sentía sola y hueca y, sin embargo, aquel estado de autocondena era mucho más de lo que antes podía esperar de sí...y se dio cuenta, ¡era el precio de la libertad lo que estaba pagando! Entonces, comenzó a sentirse leve en lugar de vacía, extraordinariamente versátil y capaz en lugar de quebradiza y débil y transformó el dolor y el sinsentido en un envidiable arsenal de posibilidades: allí donde se posaran sus ojos aflorarían brotes de talento y con sólo respirar tranquila y profundamente conseguiría ser aquello que soñaba y que hoy es, arte en sí misma. 



Modelos y Fotografía: Yasmin Ferreras

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