Es entonces cuando te das cuenta de que estás rodeada de la más pura de entre las fuentes de inspiración: los desconocidos.
¿Que por qué me gustan?
- Vestidos de punta en blanco sortean el barro tras una noche de lluvia, jugando a los equilibrios sobre un bordillo y remangándose las perneras del pantalón dejando a la vista unos impolutos calcetines ejecutivos.
- En invierno, cuando hace ese frío seco e intenso que se te clava en los huesos, no huele a nada, sólo la ráfaga del perfume de los desconocidos que pasan rozándote en un paso de cebra te devuelve la sensibilidad.
- Canturrean con un filtro en la comisura de la boca mientras se lían un cigarro de camino al trabajo.
- Sueltan el andador para alzar los brazos en un baile torpe y celebrar entre palmadas una tarde en compañía.
- Les buscas la mirada y ellos te la retiran ruborizados, como si en los ojos tuvieran la desnudez del cuerpo y la imagen del alma; y así es, porque cuando se atreven a ser cómplices de tu descaro, entonces, sientes las famosas mariposas en el estómago, las de verdad.
- Saben mantener ese incómodo silencio tan inspirador, porque la mente se colapsa de palabras que nunca dirás ni oirás.
- Tienen la mirada perdida, como en el pasado que se ha quedado en el camino o en el futuro que también.
- Luchan entre cabeceos contra el sueño mientras hacen que leen en el metro un libro sin título, forrado con un folio en blanco o una página de un folleto de ofertas de algún supermercado.
- Hablan solos, a veces, como recordándose a sí mismos todo lo que les queda por hacer en esos lunes eternos que tanto detestamos todos.
- Se miran en los escaparates de reojo, y se gustan, se nota que se gustan.
- Se besan, en cualquier parte, en medio de una calle frenética, se besan como si no hubiera nadie más allí.
- Lloran y ríen, gritan y cantan…cantan mucho, y la mayoría de las veces lo hacen mal, pero lo viven, lo sienten, tanto, que acaban por sonar casi bien.
- Si pasas a diario por un mismo sitio a la misma hora, algunos desconocidos pueden empezar a dejar de serlo. En la Calle de Villanueva de Madrid, a las 07:50 de la mañana, dos hombres esperan por alguien bajo un portal, visten ropas demacradas por el trabajo y cargan con una pequeña mochila a las espaldas. El otro día, después de algo más de tres semanas viéndoles allí plantados en la posición de todos los días, me saludaron, y me hizo mucha ilusión.
- Intentan leer lo que escribo en este cuaderno, con disimulo, pero disimulan mal.
- No les conoces. No sabes nada sobre ellos, así que, puedes imaginarlo tú mismo mientras observas en silencio: ¿qué querrían ser de pequeños?, ¿qué sueño han logrado hacer realidad?, ¿cuál aún no?, ¿les gustará el chocolate?, ¿cómo llamarán a sus hijos?, ¿son felices? Y, lo más importante, ¿podríamos ser algo más que desconocidos?
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