El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No sabéis por qué se llamaba así? Nosotros le bautizamos con ese nombre.
(…)
Andaba por los bulevares; veía pasar indiferente los lujosos carruajes, los elegantes, las hermosas mujeres. Frente al escaparate de un joyero sonreía; pero cuando pasaba cerca de un almacén de libros, se llegaba a las vidrieras, husmeaba, y al ver las lujosas ediciones, se declaraba decididamente envidioso, arrugaba la frente; para desahogarse volvía el rostro hacia el cielo y suspiraba. Corría al café en busca de nosotros, conmovido, exaltado, casi llorando, pedía un vaso de ajenjo y nos decía:
―Sí, dentro de la jaula de mi cerebro está preso un pájaro azul que quiere su libertad…
Rubén Dario, El pájaro azul
En otra vida quiero ser ese pájaro azul; un pajarillo atrapado en la inmensidad de la imaginación de un poeta, que pía y danza al son de cada verso por su libertad.
Batiría mis alas para que con el cosquilleo de cada caricia la mirada del artista desprendiera esa dulce locura que sólo el ojo del pintor ahonda; cantaría alto para que el retumbar de mis lamentos y alegrías hicieran eco en el pensar de los demás; saltaría incansable hasta agotar el último ápice de energía en la última nota, la última pincelada o la última palabra...
Y cuando por fin logre escapar, me encontraré con la cálida luz del día y el suave susurro de los árboles, con el incesante murmullo de las calles y las inagotables risas de los niños, con olores mudos y sabores ciegos…
Tomaré todos y cada uno de esos instantes y los grabaré en la infinitud de mi ingenio hasta colapsarme; entonces, buscaré un nuevo amante al que perturbar, un nuevo artista al que enloquecer, un nuevo poeta al que inspirar.
Y repetía el poeta: Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecibilidad.
Texto: Marilyn dos Santos
Foto: Miriam Gori, artista, por Yasmin Ferreras
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