Muchas veces me has dicho: «No me sueltes».
Yo nunca te lo digo,
pero lo estoy pensando: y tú lo oyes.
 
(…)
No te me sueltes nunca en estos cuentos,
del podrá, del podría, del pudiera
ser, tan maravillosos
que cuando yo termino de decírtelos,
nos duele la mirada de tanto querer verlos en el aire.
Cuando hablo de imposibles
apriétame la mano más que nunca.
 
(…)
 
el amor entero se nos cumple,
sin más tacto
que aquél en que una mano
entregada a la otra mano,
aunque estemos dormidos,
hace sentir las sangres de dos seres
como una sola sangre:
la que da vida al corazón de un sueño.
 

Pedro Salinas, No me sueltes



          Me encantas. Como me encanta el olor de los libros cuando son nuevos y aún más cuando son viejos, como me encanta sentir el primer chorro de agua deslizarse por mi espalda desnuda, como el frío seco por las mañanas y las tormentas en las noches tristes.

          Me gustas tanto como adentrarme en las primeras líneas de una buena historia y la impaciencia, excitación y casi éxtasis que me estremece al acariciar las últimas de sus palabras. Como el primer rayo de sol que se escurre entre mi persiana y el primer sorbo de café caliente por la mañana.

          Me inquietas como me inquieta la mirada de cada desconocido en el metro o en la acera de al lado una noche tranquila y vacía.

          Me seduces como me seduce Bécquer con sus rimas y Shakespeare con sus tragedias. Me embaucas como sólo sabe hacerlo una obra de arte o la ciudad de Madrid al atardecer.

          Acariciar las cuerdas de mi guitarra, un vermú en familia el domingo, una tajada de pan caliente con aceite, una película en blanco y negro, un whisky con hielo, rock and roll de los 50, un abrazo de mi madre después de discutir o una historia mil veces contada por mi abuelo… Me gustas tanto como todo eso.


Por eso yo te pido que vayamos
por este mundo con las manos juntas.
Foto: Marilyn dos Santos y Erik Ruiz por Yasmin Ferreras

1 comentario: